Época:
Inicio: Año 1 A. C.
Fin: Año 1 D.C.

Antecedente:
DIARIO DE A BORDO



Comentario

Lunes, 26 de noviembre


Al salir el sol levantó las anclas del puerto de Santa Catalina, adonde estaba dentro de la isla llana, y navegó de luengo de la costa con poco viento Sudueste al camino del Cabo del Pico, que era al Sueste. Llegó al Cabo tarde, porque le calmó el viento; y llegado, vido al Sueste cuarta del Leste otra cabo que estaría de él sesenta millas; y de allí vido otro cabo que estaría hacia el navío al Sueste cuarta del Sur, y parecióle que estaría de él veinte millas, al cual puso nombre el Cabo de Campana, al cual no pudo llegar de día porque le tornó a calmar del todo el viento. Andaría en todo aquel día treinta y dos millas, que son ocho leguas; dentro de las cuales notó y marcó nueve puertos muy señalados, los cuales todos los marineros hacían maravillas, y cinco ríos grandes, porque iba siempre junto con tierra para verlo bien todo. Toda aquella tierra es montañas altísimas muy hermosas, y no secas ni de peñas, sino todas andables y valles hermosísimos; y así los valles como las montañas eran llenos de árboles altos y frescos, que era gloria mirarlos, y parecía que eran muchos pinares. Y también detrás del dicho cabo del Pico, de la parte del Sueste, están dos isletas que tendrá cada una en cerco dos leguas, y dentro de ellas tres maravillosos puertos y dos grandes ríos. En toda esta costa no vido poblado ninguno desde la mar; podría ser haberlo, y hay señales de ello, porque donde quiera que saltaban en tierra hallaban señales de haber gente y fuegos muchos. Estimaba que la tierra que hoy vido de la parte de Sueste del cabo de Campana era la isla que llamaban los indios Bohio. Y parécelo porque dicho cabo está apartado de aquella tierra. Toda la gente que hasta hoy ha hallado diz que tiene grandísimo temor de los de los Caniba o Canima, y dicen que viven en esta isla de Bohio, la cual debe de ser muy grande, según le parece, y cree que van a tomar a aquellos a sus tierras y casas, como sean muy cobardes y no saber de armas; y a esta causa les parece que aquellos indios que traía no suelen poblarse a la costa de la mar, por ser vecinos de esta tierra, los cuales diz que después que le vieron tomar la vuelta de esta tierra no podían hablar, temiendo que los habían de comer, y no les podía quitar el temor, y decían que no tenían sino un ojo y la cara de perro; y creía el Almirante que mentían, y sentía el Almirante que debían de ser del señorío del Gran Can, que los cautivaban.





Martes, 27 de noviembre



Ayer, al poner del sol, llegó cerca de un cabo que llamó Campana, y porque el cielo claro y el viento poco, no quiso ir a tierra a surgir, aunque tenía de sotavento cinco o seis puertos maravillosos, porque se detenía más de lo que quería por el apetito y delectación que tenía y recibía de ver y mirar la hermosura y frescura de aquellas tierras donde quiera que entraba, y por no se tardar en proseguir lo que pretendía. Por estas razones se tuvo aquella noche a la corda y temporejar hasta el día. Y porque los aguajes y corrientes lo habían echado aquella noche más de cinco o seis leguas al Sueste adelante de donde había anochecido, y le había parecido la tierra de Campana; y allende aquel cabo parecía una grande entrada que mostraba dividir una tierra de otra y hacía como isla en medio, acordó volver atrás con viento Sudueste, y vino adonde le había parecido el abertura, y halló que no era sino una grande bahía, y al cabo de ella, de la arte del sueste, un cabo en el cual hay una montaña alta y cuadrada que parecía isla. Saltó el viento en el Norte y tornó a tomar la vuelta del Sueste, por correr la costa y descubrir todo lo que por allí hubiese. Y vido luego al pie de aquel cabo de Campana un puerto maravilloso y un gran río, y de a un cuarto de legua, otro río, y de allí a media legua, otro río y dende a otra legua, otro río grande, desde el cual hasta el cabo de Campana habría veinte millas y le quedan al Sueste. Y los más de estos ríos tenían grandes entradas y anchas y limpias, con sus puertos maravillosos para naos grandísimas, sin bancos de arena ni de piedras ni restringas. Viniendo así por la costa a la parte del Sueste del dicho postrero río, halló una grande población, la mayor que hasta hoy haya hallado, y vido venir infinita gente a la ribera de la mar dando grandes voces, todos desnudos, con sus azagayas en la mano. Deseó de hablar con ellos y amainó las velas y surgió, y envió las barcas de la nao y de la carabela, por manera ordenados que no hiciesen daño alguno a los indios ni lo recibiesen, mandando que les diesen algunas cosillas de aquellos rescates. Los indios hicieron ademanes de no los dejar saltar en tierra y resistirlos. Y viendo que las barcas se allegaban más a tierra y que no les habían miedo, se apartaron de la mar; y creyendo que saliendo dos o tres hombres de las barcas no temieran, salieron tres cristianos diciendo que no hubiesen miedo en su lengua, porque sabían algo de ella, por la conversación de los que traen consigo. En fin, dieron todos a huir, que ni grande ni chico quedó. Fueron los tres cristianos a las casas, que son de paja y de la hechura de las otras que habían visto, y no hallaron a nadie ni cosa en alguna de ellas. Volviéronse a los navíos y alzaron velas a mediodía para ir a un cabo hermoso que quedaba al Leste, que habría hasta él ocho leguas. Habiendo andado media legua por la misma bahía, vio el Almirante a la parte del Sur un singularísimo puerto, y de la parte del Sueste unas tierras hermosas a maravilla, así como una vega montuosa dentro en estas montañas; y parecían grandes humos y grandes poblaciones en ella, y las tierras muy labradas; por lo cual determinó de se bajar a este puerto y probar si podía haber lengua o plática con ellos, el cual era tal que, si a los otros puertos había alabado, éste dice que alababa más con las tierras y templanza y comarca de ellas y población. Dice maravillas de la lindeza de la tierra y de los árboles, donde hay pinos y palmas, y de la grande vega, que aunque no es llana de llano que va al Sursueste, pero es llana de montes llanos y bajos, la más hermosa cosa del mundo, y salen por ella muchas riberas de aguas que descienden de estas montañas. Después de surgida la nao, saltó el Almirante en la barca para sondar el puerto, que es como una escudilla; y cuando fue frontero de la boca al Sur halló una entrada de un río que tenía de anchura que podía entrar una galera por ella, y de tal manera que no se veía hasta que se llegase a ella, y, entrando por ella tanto como longura de la barca tenían cinco brazas y de ocho de hondo. Andando por ella fue cosa maravillosa, y las arboledas y frescuras, y el agua clarísima, y las aves y amenidad, que dice que le parecía que no quisiera salir de allí. Iba diciendo a los hombres que llevaba en su compañía que, para hacer relación a los Reyes de las cosas que veían, no bastarán mil lenguas a referirlo, ni su mano para lo escribir, que le parecían que estaba encantado. Deseaba que aquello vieran muchas otras personas prudentes y de crédito, de las cuales dice ser cierto que no encarecieran estas cosas menos que él. Dice más el Almirante aquí estas palabras: "Cuánto será el beneficio que de aquí se pueda haber, yo no lo escribo. Es cierto, Señores Príncipes, que donde hay tales tierras que debe haber infinitas cosas de provecho, mas yo no me detengo en ningún puerto, porque querría ver todas las tierras que yo pudiese, para hacer relación de ellas a Vuestras Altezas; y también no sé la lengua, y la gente de estas tierras no me entienden, ni yo ni otro que yo tenga a ellos; y estos indios que yo traigo, muchas veces les entiendo una cosa por otra al contrario; ni fío mucho de ellos, porque muchas veces han probado a huir Mas agora, placiendo a Nuestro Señor, veré lo más que yo pudiere, y poco apoco andaré entendiendo y conociendo y haré enseñar esta lengua a personas de mí casa, porque veo que es toda lengua una basta aquí. Y después se sabrán los beneficios y se trabajará de hacer todos estos pueblos cristianos, porque de ligero se hará, porque ellos no tienen secta ninguna ni son idólatras. Y Vuestras Altezas mandarán hacer en estas partes ciudad e fortaleza, y se convertirán estas tierras. Y certifico a Vuestras Altezas que debajo del sol no me parece que las pueda haber mejores en fertilidad, en temperancia de frío y calor, en abundancia de aguas buenas y sanas, y no como los ríos de Guinea, que son todos pestilencia, porque, loado Nuestro Señor, hasta hoy de toda mi gente no ha habido persona que le haya mal la cabeza ni estado en cama por dolencia, salvo un viejo de dolor de piedra, de que él estaba toda su vida apasionado, y luego sanó al cabo de dos días. Esto que digo es en todos los tres navíos. Así que placerá a Dios que Vuestras Altezas enviarán acá o vendrán hombres doctos, y verán después la verdad de todo. Y porque atrás tengo hablado del sitio de villa y fortaleza en el río de Mares, por el buen puerto y por la comarca, es cierto que todo es verdad lo que yo dije; mas no ha ninguna comparación de allá aquí, ni de la mar de Nuestra Señora, porque aquí debe haber infra la tierra grandes poblaciones y gente innumerable y cosas de grande provecho, porque aquí y en todo lo otro descubierto y tengo esperanza de descubrir antes que yo vaya a Castilla, digo que tendrá toda la cristiandad negociación en ellas, cuanto más la España, a quien debe estar sujeto todo. Y digo que Vuestras Altezas no deben consentir que aquí trate ni faga pie ningún extranjero, salvo católicos cristianos, pues esto fue el fin y el comienzo del propósito, que fuese por acrecentamiento y gloria de la religión cristiana, ni venir a estas partes ninguno que no sea buen cristiano". Todas son sus palabras. Subió allí por el río arriba y halló unos brazos del río, y rodeando el puerto, halló a la boca del río estaban unas arboledas muy graciosas, como una muy deleitable huerta; y allí halló una almadía o canoa hecha de un madero tan grande como una fusta de doce bancos, muy hermosa, varada debajo de una atarazana o ramada hecha de madera y cubierta de grandes hojas de palma, por manera que ni el sol ni el agua le podían hacer daño. Y dice que allí era el propio lugar para hacer una villa o ciudad y fortaleza por el buen puerto, buenas aguas, buenas tierras, buenas comarcas y mucha leña.





Miércoles, 28 de noviembre



Estúvose en aquel puerto aquel día porque llovía y hacía gran cerrazón, aunque podía correr toda la costa con el viento, que era Sudueste, y fuera a popa; pero porque no pudiera ver bien la tierra, y no sabiéndola es peligroso a los navíos, no se partió. Salieron a tierra la gente de los navíos a lavar su ropa. Entraron algunos de ellos un rato por la tierra dentro. Hallaron grandes poblaciones y las casas vacías, porque se habían huido todos. Tornáronse por otro río abajo, mayor que aquel donde estaban en el puerto.





Jueves, 29 de noviembre



Porque llovía y el cielo estaba de la manera cerrado, que ayer no se partió, llegaron algunos de los cristianos a otra población cerca de la parte de Norueste, y no hallaron en las casas a nadie ni nada. Y en el camino toparon con un viejo que no les pudo huir; tomáronle y dijéronle que no le querían hacer mal, y diéronle algunas cosillas del rescate y dejáronlo. El Almirante quisiera vello para vestillo y tomar lengua de él, porque le contentaba mucho la felicidad de aquella tierra y disposición que para poblar en ella había, y juzgaba que debía de haber grandes poblaciones. Hallaron en una casa un pan de cera, que trujo a los Reyes, y dice que adonde cera hay también debe haber otras mil cosas buenas. Hallaron también los marineros en casa una cabeza de hombre dentro en un cestillo cubierto con otro cestillo y colgado de un poste de la casa, y de la misma manera hallaron otra en otra población. Creyó el Almirante que debía ser de algunos principales del linaje, porque aquellas casas eran de manera que se acogen en ellas mucha gente en una sola, y deben ser parientes descendientes de uno solo.





Viernes, 30 de noviembre



No se pudo partir, porque el viento era Levante, muy contario a su camino. Envió ocho hombres bien armados y con ellos dos indios de los que traía para que viesen aquellos pueblos de la tierra dentro y por haber lengua. Llegaron a muchas casas y no hallaron a nadie ni nada, que todos se habían huido. Vieron cuatro mancebos que estaban cavando en sus heredades; así como vieron los cristianos dieron a huir; no los pudieron alcanzar. Anduvieron diz que mucho camino. Vieron muchas poblaciones y tierra fertilísima, y toda labrada, y grandes riberas de agua; y cerca de una vieron una almadía o canoa de noventa y cinco palmos de longura de un solo madero, muy hermosa, y que en ella cabrían y navegarían ciento cincuenta personas.





Sábado, 1.º día de diciembre



No se partió por la misma causa del viento contrario y porque llovía mucho. Asentó una cruz grande a la entrada de aquel puerto, que creo llamó el Puerto Santo, sobre unas penas vivas. La punta es aquella que está de la parte del Sueste, a la entrada del puerto, y quien hubiere de entrar en este puerto se debe llegar más sobre la parte del Norueste de aquella punta que sobre la otra del Sueste, puesto que al pie de ambas, junto con la peña, hay doce brazas de hondo y muy limpio. Mas a la entrada del puerto, sobre la punta del Sueste, hay una baja que sobreagua, la cual dista de la punta tanto que se podría pasar entremedias, habiendo necesidad, porque al pie de la baja y del cabo todo es fondo de doce y de quince brazas, y a la entrada se ha de poner la proa al Sudueste.





Domingo, 2 de diciembre



Todavía fue contrario el viento y no pudo partir. Dice que todas las noches del mundo vienta terral y que todas las naos que allí estuvieren no hayan miedo de toda la tormenta del mundo, porque no puede recalar dentro por una baja que está al principio del puerto, etc. En la boca de aquel río diz que halló un grumete ciertas piedras que parecen tener oro. Trújolas para mostrar a los Reyes. Dice que hay por allí, a tiro de lombarda, grandes ríos.